CBJA ALCALÁ
COOLTURA DE CLUB
El muro de Invernalia
En la última década, Juego de Tronos se ha convertido en un fenómeno mundial como serie de novelas y, especialmente, como producción televisiva. Una de sus grandes referencias es el muro de Invernalia, una inmensa muralla que salvaguarda los territorios de los hombres de los salvajes y los espectros.
Igual que para estos últimos el muro supone una dificultad prácticamente inexpugnable, para el Tornado la eliminatoria ante Alcobendas se erigió en inabordable, con algunos momentos de fisura que podrían haber acabado en rotura pero que, finalmente, no desembocaron en grietas. El Juande tuvo alguna mínima oportunidad de dar la sorpresa pero se difuminó en el aire ante la evidente diferencia, especialmente en ritmo e intensidad, con el rival.
Eso no debe desdibujar la temporada morada (que aún continua) ni menoscabar el trabajo del equipo: simplemente evidencia la tremenda dificultad que supone competir ante clubes que se nutren con los mejores de otros conjuntos mientras nosotros luchamos por mantener nuestra estructura año tras año. El mérito de llegar hasta aquí nos acerca al sobresaliente. Reconocer la superioridad de Alcobendas no es menospreciar a nuestros chicos, nada más lejos de la realidad.
Es simplemente escuchar del espejo un mensaje sensato y no desvirtuado. El Tornado tardó en incorporarse al partido en Alcobendas. No fue cuestión de llegar pasado de la hora de inicio, fue cuestión de adaptarse al ritmo que el encuentro exigía. Ellos están acostumbrados a ese hábitat competitivo, a jugar ante equipos que no te permiten pensar, que aceleran cuando tú crees estar ya a la velocidad de la luz. Nosotros, familiarizados con choques de menor demanda, con partidos donde una intensidad de 7 sobre 10 nos vale para pelear hasta el final.
Cuando la lectura tiene que ser rauda, la defensa ágil, la batalla por el rebote acorazada y las contras vertiginosas, nuestra cadencia habitual no es suficiente: apenas quieres darte cuenta de lo que está pasando y ya te han sacado de rueda.
Adiós, hasta mañana. Aún así, los chicos encontraron la manera de mantener esperanzas, al menos, al cierre del primer parcial (23-17). Un espejismo. Alcobendas, con una diferencia física general muy marcada y con algún jugador de fantástica capacidad anotadora, fueron aprovechando sus fortalezas para impedir que nuestras aspiraciones se mantuvieran vivas demasiado tiempo. Ellos, muy acertados desde fuera, muy activos para generar segundas oportunidades, vivieron cómodos durante los 40 minutos.
Nosotros, irregulares, no fuimos capaces de incomodarlos y esa era la primera lección para el segundo enfrentamiento: se podía caer pero con la personalidad suficiente para evitar que Alcobendas paseara por un camino de dibujos animados. El domingo, por más que la obra no varió demasiado en su guión, cambió el escenario. El Juande tuvo más pasión de inicio, ajustó mejor en defensa y sudó menos miedo.
De inicio, se vio un equipo más consciente de la concentración que necesitaba el choque pero el argumento se desmontó con las pérdidas, las que nos han perseguido como una sombra alargada durante la campaña. Para ganar (o para tener alguna opción de lograrlo) el Tornado necesitaba emplearse por encima de sus posibilidades reales y esperar que Alcobendas lo hiciera por debajo de las suyas. Es cierto que se les generó inseguridad, incomodidad, y que se ganaron dos cuartos (el primero y el último) pero a estas alturas de la competición, los errores se pagan a cuotas más elevadas que en la fase regular.
El segundo cuarto fue un bofetón a nuestras aspiraciones (7-23) y el partido acabó languideciendo aunque sin que los chicos bajasen la mirada al suelo hasta el final, cuando, inevitablemente, sonó el despertador.
Se acabó el sueño pero no la temporada ni la oportunidad de concluir con un gran sabor de boca. Que la eliminación no borre lo escrito ni empañe todo lo conseguido. Seguimos.