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Masticar Arena

A veces, incluso los equipos más brillantes tienen que lanzarse al barro para sacar los partidos adelante. A veces, los encuentros se convierten en lodazales en los que cada paso cuesta un mundo y necesitas retar a tu propia voluntad para seguir peleando. A veces toca picar piedra para arañar canasta a canasta porque sumar puntos se convierte en una agonía.


A veces, simplemente, toca masticar arena. Jerry West, histórico jugador de Los Angeles Lakers (el logo de la NBA es su silueta) dijo una vez que “no puedes conseguir mucho en la vida si solo trabajas los días en que te sientes bien”

En el basket hay muchos partidos en los que la corriente no impulsa desde atrás, días en los que el trabajo practicado en los entrenamientos no se plasma como esperabas, en los que el balón se niega a encontrar el camino hacia la red, en los que el rival pelea tanto como tú o incluso más.


Es en esos días cuando tienes que mantenerte vivo, luchar por tener la oportunidad de conseguir el triunfo y, si aparece, lanzarte a por él. Los minirraptors han aprendido temprano que ganar con comodidad, arrasando al rival, siendo muy superior, no es lo habitual por más que en los tres primero partidos el guion lo hubiera parecido. Los pequeños tuvieron que doblegar su entrega para igualar a un rival tremendamente combativo en cada acción, un equipo que apretaba en el dos para uno en cuanto los nuestros cesaban el bote, que metía manos para robar en cada jugada y que, además, salía con mucha velocidad a la contra.


Hubo que remar como no se necesitó en las citas anteriores y el Juande lo hizo, apretó los dientes para conquistar una victoria desde el mérito de la supervivencia, un triunfo cimentado en el espíritu grupal más que en el juego. Los chicos salieron al parqué con la intención de mantener la inercia de las primeras jornadas pero pronto aparecieron las imprecisiones. Las canastas no llegaban y atrás nos costaba cerrar el rebote provocando muchos balones sueltos que generaban batalla para encontrar dueño. La anotación se producía a cuentagotas.


Casi cinco minutos para sumar. 6-2 al final del primer cuarto, 10-5 al descanso. Sequía. Coslada era un muro con pocas fisuras y no concedía contragolpes nítidos porque corría muy bien hacia atrás. Nuestros benjamines mantuvieron la calma y no se desesperaron a pesar de no encontrar las vías de anotación. Cada canasta fue un tesoro como quedó demostrado en el resultado final: 22-15.


Fue un episodio de sacrificio: aprendieron a sufrir y lo hicieron ganando. Seguimos.

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